Arreba
Entre los siglos IX y X, en plena repoblación cristiana, en un inaccesible risco se levantó un castillo que controlaba la frontera entre los reinos de Navarra y Castilla. Esta fortificación está declarada Bien de Interés Cultural desde 1949.
Una vez que el castillo perdió su uso, a sus pies se estableció uno de los barrios que conforman el conjunto de Arreba, desde el cual hay una fácil conexión con el desfiladero de Las Palancas. A escasos metros, en torno a la iglesia plateresca de San Juan, edificación que resalta por sus grandes proporciones, se levantó el otro barrio de Arreba.
Ambos barrios tienen un rasgo común: sus sólidas construcciones de gruesos muros de mampostería y escasos vanos que aparecen recercados por sillares. La solana de la planta superior es otro elemento característico. También encontramos varias casas que lucen blasones en sus fachadas.
Conjunto de Arreba
Unos pocos sillares en equilibrio en lo alto de una peña caliza, dominando el Paso de la Nava, son lo único que queda en pie del castillo de Arreba, centro en torno al cual se articularon las pequeñas aldeas que constituyeron el alfoz de Arreba.
Cuando en el año 1035, el rey de Navarra Sancho III dividió el Condado de Castilla entre sus hijos Fernando y García, el castillo de Arreba se encontraba en la línea fronteriza. En el año 1139, el rey Alfonso VII donaba a la comunidad de monjes que años después se trasladarían a Rioseco, Quintanajuar junto con otras propiedades entre las que se encontraba el monasterio de Hoz sito “in alfoz de Arrebis”. En 1170, las tenencias de Arreba y Bezana estaban en manos de Gómez González, de la familia Manzanedo. En 1541 el condestable Pedro Fernández de Velasco fundó un mayorazgo con todos los pueblos del valle de Arreba incluyendo su castillo.
El pueblo de Arreba, emplazado bajo los escarpes rocosos de Peña Nava y de la Peña del Castillo, se encuentra dividido en dos barrios. El barrio del Castillo se sitúa a los pies de la peña sobre la que se elevan las ruinas del castillo.
A poca distancia se encuentra el barrio de la Iglesia que se extiende linealmente en torno a una calle. La mayor parte de las casas forman conjuntos en los que, al lado de la vivienda, se sitúan edificios auxiliares y pajares en torno a patios cerrados a los que se accede a través de un portón de madera protegido por un tejadillo. Sus casas responden a la tipología de casa montañesa, caracterizada por las amplias solanas de madera rehundidas entre los muros laterales situadas en la última planta. Incluso en algunas casas se pueden encontrar escudos, arcos de dovelaje bien labrado y ventanas elegantemente ornamentadas.