Valdivielso

En su largo recorrido por Las Merindades, procedente de las cercanas cumbres de la Cordillera Cantábrica, el río Ebro surca uno de los parajes más bellos de España: el Valle de Valdivielso. 

Antes de llegar a este preciado lugar, las aguas del río han empleado miles de años para abrirse paso entre las Sierras de La Tesla y Tudanca y originar el desfiladero de Los Hocinos. Tras un tranquilo recorrido por el valle, camino del Mediterráneo, el río se vuelve a encajonar en el embalse de Cereceda. 


En este espacio de transición, entre el desolado páramo castellano y los montes cantábricos, existen numerosos escenarios naturales y algunas curiosidades geológicas, como el entorno de Tartalés de los Montes, los Cuchillos de Panizares o el paraje de Los Cárcavos, en las inmediaciones de Quecedo. 


Huertas, frutales y fincas de cereal se mezclan con encinas y robles y la típica vegetación ribereña. Pequeños pueblos salpicados por el Valle se integran en este paisaje. Iglesias románicas, casonas, palacios, torres y una arquitectura popular que tiene en madera y piedra sus principales elementos, ponen la nota de color.


El nombre de Valdivielso aparece escrito por primera vez tras la caída del mundo visigótico. Su dificultoso acceso hizo que fuera bastión invulnerable en épocas de conflicto, jugando un importante papel en la reconquista. El cercano y poderoso Monasterio de San Salvador de Oña extendió su dominio a Valdivielso. Son los orígenes de la Primitiva Castilla. Los regidores de la Merindad, fieles a ancestrales costumbres, se reunían bajo una encina, en La Dehesa de Quecedo.

De su esplendor histórico, el Valle ha sabido conservar numerosas edificaciones, entre las que resaltan sus iglesias románicas, como las de Valdenoceda, El Almiñé, y por encima de estas, la de San Pedro de Tejada, una auténtica joya, un resumen de elementos de éste estilo artístico. 

La calzada de El Almiñé ratifica el papel del Valle como paso obligado en la comunicación entre el interior de Castilla y los puertos cantábricos. La arquitectura fortificada, reflejo de su belicoso pasado, conserva los mejores ejemplos en las sólidas torres de Quintana, Quecedo y Valdenoceda. 


Casonas blasonadas y palacios son el testimonio de la condición de hidalgos de muchos de sus vecinos, así como de los linajes que tuvieron su cuna a orillas del Ebro. La casa popular hereda los rasgos del modelo montañés y en ocasiones añade ciertos elementos mas refinados.


Tradiciones como la Fiesta del Gallo celebrada el sábado de Carnaval, o la Romería de la Virgen de la Hoz en El Almiñé, se mantienen con el paso del tiempo. En la temporada estival el colorido llega a algunos de sus pueblos que celebran animadas fiestas patronales.

Los frutales alegran este idílico paisaje en las épocas de floración y recogida, y han constituido la principal actividad de sus habitantes. Sus sabrosas cerezas tienen bien ganada su fama. Los derivados del cerdo y la carne de vacuno también son muy demandados.
 

De la arquitectura defensiva a las torres residenciales, palacios y casonas blasonadas

La Merindad de Valdivielso jugó un papel muy importante durante la formación de la primitiva Castilla. Del Castillo de Malvecino, en Toba apenas quedan unas ruinas. En siglos posteriores las continuas luchas por el poder local entre los linajes más importantes de este territorio justifican la aparición de construcciones defensivas como la Torre de los Fernández de Velasco, en Valdenoceda, la Torre de Loja en Quintana de Valdivielso o la Torre de los Huidobro, en Quecedo. Estas edificaciones, así como  las torres de Población, Santa Olalla, Valhermosa,y el Almiñé están declaradas Bien de Interés Cultural en 1949.

Con el paso de los siglos llega un tranquilo periodo y la bonanza económica al territorio. Así algunas torres perdieron su uso defensivo y lo adaptaron a un uso residencial, como la Torre de San Martín Quintana, y en otros casos levantaron palacios como el de los Ruiz de Valdivielso, en Hoz, de estilo herreriano. 

En la mayor parte de las poblaciones las familias más pudientes levantaron palacios o casonas blasonadas, algunas de las cuales muestran sus escudos en sus sólidas fachadas de sillar. La Casa de la Garza, en Valdenoceda está declarada B.I.C. desde 1978. En Puente Arenas se conserva el palacio del Obispo Temiño y una casona también declarada B.I.C en 1993. En Quintana de Valdivielso encontramos  la Casa Grande, que perteneció a la familia Huidobro y un antiguo colegio fundado en el siglo XIX.

 

Arquitectura popular

Uno de los rasgos que más identifica a este hermoso valle son sus pueblos. Pueblos que por lo general se organizan en torno a la iglesia o a un camino. Pueblos donde la arquitectura popular cobra gran importancia. Una arquitectura que ha sabido adaptarse a las duras condiciones climatológicas.

La casa tradicional, basada en el modelo de casa montañesa, generalmente presenta planta rectangular y tejado a cuatro aguas. Aislada o adosada a otras construcciones, su fachada presenta gran simetría, con escasos y pequeños vanos recercados por sillar en las esquinas. El resto de sus gruesos muros es de mampostería y en algunos casos de sillar o sillarejo. 

Generalmente cuentan con planta baja, una o dos alturas y una planta bajo cubierta. Pero su elemento común es la solana, un balcón corrido de madera que aparece en el piso superior. En algunos casos, en su fachada principal muestran blasón, dejando así el testimonio de la importancia del valle como cuna de poderosos linajes nobiliarios. En otros casos, junto a la vivienda aparecen edificaciones con otros usos agrarios como almacenes.

 

Arquitectura religiosa de la Merindad de Valdivielso

Desde que aparecen las primeras noticias de poblamiento en el valle, como los eremitorios, estas siempre han estado vinculadas a un espacio destinado a la oración. La mayoría de los pueblos cuentan con su iglesia parroquial y una o varias ermitas; e incluso en algunos casos, cada barrio cuenta con su propia iglesia.

El legado de arte románico de la merindad es de los más densos de toda la Península Ibérica. A la sombra del mejor ejemplo de arte románico de Las Merindades, como es San Pedro de Tejada en Puente Arenas, declarada B.I.C. en el año 1935, aparecen otras iglesias que siguen su escuela. Esta corriente artística o marca se queda en la merindad, como es el caso de la iglesia de San Nicolás en El Almiñé o San Miguel en Valdenoceda, o traspasa los límites fuera del municipio como puede ser la iglesia parroquial de Tabliega. 

La mayoría de los templos románicos son sencillos y guardan algunos elementos románicos de su primitiva fábrica como la iglesia parroquial de Santa María en Puente Arenas, las iglesias de Condado de Valdivielso, la Iglesia de Panizares, 

En otras localizadades, las iglesias se pueden encuadrar en una mezcla de estilos que van desde el gótico o renacentista hasta el barroco o popular. Incluimos en este listado los templos de Quintana de Valdivielso, Toba, Santa Olalla, Población, Quecedo, Hoz y Arroyo.